Azulejos de antaño

Por: Alejandro Turégano / Foto: enmexico.about.com

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El antiguo edificio de azulejos que alberga al conocido restaurante Sanborns.

Al bajar en la estación del metro Bellas Artes, los rayos del sol deslumbran y tarda la vista en acostumbrarse, para después revelar una concurrida avenida. Uno puede caminar un rato frente al palacio y aprovechar para tomar fotos del hermoso logro arquitectónico, símbolo reconocido de la Ciudad de México. Si se desvía un poco la mirada, se puede ver en la acera de enfrente el conocido Sanborns de los azulejos.

Al cruzar la calle y entrar al lugar, es fácil quedarse dando vueltas hasta  encontrar la recepción. Normalmente hay bastante gente esperando, así que mientras tanto se puede dar un pequeño recorrido por el restaurante hasta la parte de arriba. Desfilar entre las altas columnas que sostienen el antiquísimo edificio, admirando que aún siga en tan buen estado.

En algún lugar de aquel sitio, se esconde una escalera muy grande, custodiada por murales impresionantemente bellos engendrados por el muralista José Clemente Orozco. Al llegar a la parte más alta del lugar, se puede admirar desde una perspectiva diferente lo magnífico que es; lo suficientemente grande como para que los comensales accedan rápidamente, y estén sentados en una pequeña y redonda mesa con el menú entre las manos.

En el menú se encuentran elementos clásicos como una deliciosa malteada de vainilla que sabe a gloria o  una carne asada perfectamente cocinada,

acompañada con un exquisito guacamole y dobladitas.

Detrás de una columna, un pianista que ameniza la estancia. Con temas clásicos, hace sentir como si uno estuviera en ese mismo lugar, pero años atrás, como si se estuviese dentro de una caja musical, hecha de azulejos y que te transporta en el tiempo.

En verdad se disfruta mucho la comida, el lugar, la atención y la música. Una vez satisfecho y después de un par de tazas de café, para liquidar la cuenta se llama a la sonriente mesera que, como todas las demás, es una señora de entre treinta y cincuenta años vestida con un peculiar vestido colorido y muy folclórico.

Al final, se puede aprovechar el día y la visita para dar una vuelta por el centro de la ciudad y seguir apreciando las maravillas de antaño que éste guarda.

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